miércoles, 20 de abril de 2011

Guía elemental para ingresar a la Edad Media 


Aldo Roque Difilippo

Durante diez siglos el mundo europeo transcurrió en el medioevo. Un período de la historia comparado con el oscurantismo y  la barbarie, y que en gran medida lo fue, pero también en él nacieron muchas de las claves de nuestra cultura actual.
Durante ochocientos años España estuvo dominada por el poder de los moros, una nueva cultura que irrumpió en el viejo continente y que si bien sometió al vencido, contribuyó al crecimiento intelectual de esas sociedades.  Como herencia de esos ocho siglos los hispanoparlantes conservamos aún hoy, muchas de las contribuciones al mundo de las ciencias, así como palabras que utilizamos diariamente: alfombra, atalaya, aceite, aceituna, acequia, albañil, alcalde, alcantarilla, alcoba, alcohol, alfalfa, algodón, alhelí, almohada, alquimia, azotea, azúcar, azucena, azufre, azulejo, cifra, hazaña, jarabe, jinete, laúd, limón, naranja, sandía, tabique, tambor, taza, zanahoria; y muchas más. Algunas palabras por la simplicidad de su belleza suplantaron  a las que existían. El caso más claro es la palabra "azul", que reemplazó a la palabra latina "coeruleus".
Diferentes estudios indican que la cultura árabe aportó al español más de 1.300 palabras. Pero además la numeración que actualmente utilizamos tiene su origen árabe.
Los americanos, como consecuencia de la ascendencia española, heredamos la guitarra, instrumento con un origen emparentado al mundo árabe.

La sociedad medieval

La Europa medieval se repartía en feudos, un régimen basado en una escala social en la que los nobles eran vasallos del Rey, y los campesinos vasallos de la nobleza. Un fenómeno que fue afirmándose tras la muerte de Carlomagno en el año 814, cuando la unidad del imperio carolingio comenzó a debilitarse. La sociedad feudal, dividida de acuerdo con sus tareas y posesiones se conformaba por la nobleza, el clero y el campesinado. La nobleza estaba jerarquizada, según su poderío, en duques, marqueses, condes, vizcondes, barones, castellanos y caballeros. El Rey era el primero de los señores, situado en la cúspide de una pirámide feudal en la que había señoríos mayores y menores.
Europa se pobló de castillos, grandes fortificaciones donde los nobles se atrincheraban para repeler los ataques invasores del extranjero o de otros caballeros rivales. A cambio de la protección que el señor feudal debía otorgar protección a su vasallo, no sólo en el aspecto militar sino también en el familiar. A su vez el vasallo tenía obligaciones. Debía colaborar con la defensa militar cuando se le requiriese, debía respetar un compromiso de fidelidad al señor y a su familia, no podía desvalorizar ni perjudicar al feudo, estaba obligado a rescatar al señor feudal si era  tomado prisionero, y además debía pagar por el casamiento de la hija del noble y por las armas y la cabalgadura del hijo mayor, cuando se lo nombrara caballero.
La vida de los señores del Medioevo transcurría entre guerras, cacerías y juegos. Las batallas eran libradas permanentemente para defender o ampliar sus territorios. La caza no era solamente un pasatiempo sino que servía para procurar animales como alimento: jabalíes, osos, y ciervos eran las presas más codiciadas.
Los momentos libres se dedicaban a juegos, torneos y banquetes. Jugaban principalmente a los dados y al ajedrez, entretenimiento mediante el cual simulaban batallas. Los torneos se llamaban justas, y eran ceremonias de ensayo de luchas organizadas con mucha anticipación, a las que concurrían damas para alentar a sus combatientes favoritos. Las justas terminaban con grandes fiestas y banquetes, donde se elegía la mujer más bella del torneo la que entregaba obsequios al vencedor. Juglares y trovadores animaban las fiestas, cantando las hazañas de los caballeros.
En el Siglo XI la Iglesia creó la orden de Caballería para proteger a los débiles, defender la religión y fomentar la justicia.
Después de este largo período de la historia universal vendría la Edad Moderna. Pero durante el medioevo se escribieron obras fundamentales de la literatura: El Cantar del Mio Cid, El libro del buen amor, los Cuentos de Canterbury, el Decamerón, la Divina Comedia; entre otros. En las artes plásticas que desarrollaron los períodos Románico y Gótico, entre otros. En música surgieron las composiciones litúrgicas, aparecieron los juglares y trovadores; y la forma de lectura y escritura musical tal como la conocemos. Un período de la historia que habitualmente se lo asocia como que no pasó nada, y en el cual ocurrieron muchas  y muy variadas.  Y algunas de esas herencias culturales aún hoy las utilizamos.
De cómo esta semana nos decidimos a darle un mentís a la realidad y nos fuimos de paseo a la edad media


Ángel Juárez Masares

Eso nos lleva hoy a hablar de este período de la historia del hombre que muchos consideran como una época oscura, sumida en el retroceso intelectual y cultural, y un aletargamiento social y económico secular (que a su vez se asocia con el feudalismo en sus rasgos más oscurantistas, tal como se definió por los revolucionarios que combatieron el Antiguo Régimen). Sería un periodo dominado por el aislamiento, la ignorancia, la teocracia, la superstición y el miedo milenarista alimentado por la inseguridad endémica, la violencia y la brutalidad de guerras e invasiones constantes y epidemias apocalípticas.[]
Sin embargo, en este largo periodo de mil años hubo todo tipo de hechos y procesos muy diferentes entre sí, diferenciados temporal y geográficamente, respondiendo tanto a influencias mutuas con otras civilizaciones y espacios como a dinámicas internas. Muchos de ellos tuvieron una gran proyección hacia el futuro, entre otros los que sentaron las bases del desarrollo de la posterior expansión europea, y el desarrollo de los agentes sociales que desarrollaron una sociedad estamental de base predominantemente rural pero que presenció el nacimiento de una incipiente vida urbana y una burguesía que con el tiempo desarrollarán el capitalismo.[] Lejos de ser una época inmovilista, la Edad Media, que había comenzado con migraciones de pueblos enteros, y continuado con grandes procesos repobladores, aglutinó culturas y dinamizó su expansión al resto del mundo.
De manera que aquí estamos, con la finalidad de hurgar en la idiosincracia de estas gentes.

De nuestro vanos intentos por conocer a don Miguel de Cervantes y Saavedra antes de su muerte


Ángel Juárez Masares

Miguel de Cervantes y Saavedra
 (Alcalá de Henares, 1547-Madrid,1616)
Escritor español. Cuarto hijo de un
modesto médico, Rodrigo de Cervantes,
y de Leonor de Cortinas, vivió una
infancia marcada por los acuciantes
problemas económicos de su
 familia, que en 1551 se trasladó
a Valladolid, a la sazón sede de la
corte, en busca de mejor fortuna.
La noticia que el escriba, soldado, y aventurero,  Miguel de Cervantes y Saavedra estaba muy enfermo nos llegó mientras salíamos de una aldea en busca de nuevas aventuras, ante lo cual decidimos volver sobre nuestros pasos para dirigirnos al lugar dónde agonizaba. Para ello compramos dos mulas y metimos en una alforja un odre de vino y algo de queso para el viaje. Satisfacer nuestras necesidades terrenales nos permitiría colmar la apetencia espiritual que nos impelía a conocer los pormenores de su muerte.
Tres días con sus noches viajamos por llanuras y roquedales, y al amanecer del 22 de abril de 1616 avistamos la aldea donde a cuyas afueras se levantaba el Convento de La Trinitarias. Allí, piadosos monjes asistían espiritualmente al hombre, pues físicamente la suerte estaba echada.
Llegado que hubimos al lugar, la ansiedad aventó nuestro cansancio e intentamos infructuosamente acercarnos a su lecho de muerte. Nuestros ruegos y plegarias fueron vanos ante la determinación de los religiosos, quienes tras largos y tensos cabildeos, nos permitieron llegar hasta la celda con la condición de permanecer de pié y en silencio en el rincón más oscuro del recinto.
Así lo hicimos, para ver cómo el moribundo burlábase del tiempo dictando una carta a un Caballero que decía:
“Mi vida se va acabando y al paso de las efemérides de mis pulsos, que, a más tardar, acabarán su carrera este domingo, acabaré yo la de mi vida [...]. Adiós gracias; adiós donaires; adiós, regocijados amigos: que yo me voy muriendo, y deseando veros presto contentos en la otra vida”.
El viernes 22 de abril, Miguel de Cervantes rinde el último suspiro. Al día siguiente, en los registros de San Sebastián, su parroquia, se consigna que su muerte ha ocurrido el sábado 23, de acuerdo con la costumbre de la época, que sólo se quedaba con la fecha del entierro: como se sabe, es ésta última la que se conoce hoy en día, y en que se celebra cada año en España el Día del Libro. Cervantes fue inhumado en el convento de las Trinitarias, según la regla de la Orden Tercera, con el rostro descubierto y vestido con el sayal de los franciscanos.
Nosotros partimos sin hablar, porque después de asistir a un suceso tan significativo para la historia de la humanidad, poco es lo que se puede decir que no sea irreverente. De ese episodio atrapamos nuestro amor por la escritura, y aún convencidos que no habrá de alcanzarnos la vida para utilizar este idioma en forma siquiera medianamente aceptable, lo intentamos todos los días, más no sea en honor a ese Genio que vimos partir en busca del estado puro del alma humana.

Reseña biográfica

Poeta y humanista italiano nacido en Arezo en 1304.
Su infancia transcurrió en Avignon, Francia, donde su padre, perteneciente al partido güelfo, estuvo exiliado por algún tiempo. Después de interrumpir estudios de  Leyes en Montpellier y Bolonia, se dedicó al estudio de la literatura desde el año 1326.
Su obra presenta dos características diferentes: por un lado, dejó plasmada su devoción por el Papado y los servicios eclesiásticos en la obra "Secretum", conjunto de textos en prosa y verso alusivos a la unión del mundo cristiano. Por otro, idealizó el amor en un conjunto de versos dedicados en su mayoría a la figura de una bella mujer, posiblemente llamada Laura de Noves.
Fue coronado como poeta en el Capitolio de Roma en el año de  1342 y posteriormente protegido por el arzobispo Visconti.
Falleció en Arquá, Padua, en 1374.
De los sobresaltos y sorpresas que nos deparó la visita a la gran aldea



Ángel Juárez Masares

Llegados que hubimos al medioevo nos dirigimos presurosos a la aldea mayor de la comarca de nuestros desvelos, con la intención de conocer al Rey.
No sin sorpresa descubrimos que se trataba de un hombre viejo y feo que vivía en una cabaña en las afueras de la aldea, rodeado de perros (alguno incompleto) y otros bichos de distinta especie.
Supimos además que –si bien el soberano amaba los animales domésticos- también solía abrazar culebras, y en su diaria tarea de gobernar convivía con alimañas varias (algunas altamente ponzoñosas).
En la aldea circulaban grandes carretas que llevaban a las gentes de un lugar a otro mediante el pago de algunas monedas. Sin embargo sus conductores acostumbraban no detenerse los días de lluvia, y se divertían azuzando sus caballos (que eran muchos pero todos se llamaban HP) para salpicar con sus pesadas ruedas a los desgraciados aldeanos que no tenían carros o cabalgaduras. Luego nos enteraríamos que el nombre de los caballos de tiro era una alusión a las madres de los conductores.
Así fuimos conociendo los quehaceres de la gente, y nos interesamos de manera muy particular en cómo trabajaban los escribas que colgaban los bandos en las plazas con las noticias del día.
Descubrimos entonces que algunos aseguraban que el Rey era un buen hombre y hacía todo bien, mientras otros decían que era malo y hacía todo mal.
¡Que la culpa la tiene el imperialismo Otomano! Rugían por otro lado los “comunicadores”, que eran una especie de sabelotodos que voceaban las noticias en las plazas temprano en la mañana.
¡No…-gritaba el de la otra plaza- la culpa es de Ju An, el chino que manda en el Castillo donde  los aldeanos que trabajan suelen ir a pedir aumento de monedas.
Conocimos además a otros soberanos que habían reinado antes, como uno que tenía el pelo cano el cual alisaba permanentemente con su mano derecha (dicen algunos que una vez se equivocó, lo hizo con la izquierda y cuando se dio cuenta casi se la corta).
Otro era un hombre muy sabio que le gustaba comprar cuadros, y que
-aseguran- era capaz de convencer multitudes con su oratoria, aunque en ese sentido era como el desdichado Pietro “El Ralo”, hablaba tres horas y no decía nada.
También conocimos (en este caso de lejos y entre una polvareda) a otro ex soberano, adicto a las carreras de jacas, y a derramar lágrimas abundantes si perdía la suya.
No pudimos saber nada de otro de los antiguos reyes, el que tenía nombre de aborigen de las nuevas tierras descubiertas por Colón, porque andaba en otras tierras aprendiendo hechicerías.
Mucho tendríamos para contar de esas primeras andanzas, pero ahora debemos volver al Mesón antes que anochezca porque aseguran que por las noches en esta aldea, te bailan y te pegan, es decir te rap piñan.




Ubican textos pre cervantinos que se creían desaparecidos



Aldo Roque Difilippo

Una investigación emprendida en la Universidad de Navarra permitió dar con algunos manuscritos de Aldus Filipo y Morales un autor del Siglo XVI, prácticamente desconocido en la actualidad, pero que fue muy popular en la vieja España del 1400 y 1500. El impacto de la noticia, obviamente repercutió en HUM BRAL, en virtud de la similitud del nombre de este autor con quien escribe estas líneas; por lo que nos pusimos a investigar sobre el mismo. Los textos en cuestión, encontrados recientemente en esta Universidad española son fragmentos de las “Coplillas tontas y vulgares” escritas por Aldus Filipo y Morales entre el 1526 y 1530, y que fueron muy populares en su época. La posterior aparición en el escenario español de la descollante figura de Miguel de Cervantes y Saavedra opacó la obra de Aldus Filipo y Morales, al punto de convertirlo en la actualidad en un autor desconocido para el lector común.
Aldus Pius Manutius, notable editor
de Venecia y admirador de los
clásicos griegos, es considerado
 el inventor de la letra cursiva
de molde, aunque también creó las
ediciones de bolsillo y
 las tapas flexibles
de cartón y cuero.
El hallazgo de estos manuscritos significa todo un acontecimiento para los estudiosos ya que no solo corrobora algunas referencias que se tenían de este autor, sino que constituyen también una aproximación de primera mano a ese mundo feudal, pre cervantino. A continuación, a modo de introducción a los textos recuperados recientemente, transcribimos una semblanza de este autor realizada por Fermín Estrella Gutiérrez, incluida en la obra  “Historia de la Literatura Española (Editorial Kapeluz, Buenos Aires, 1945).
Según referencias de la época las “Coplillas tontas y vulgares” constaba de unas 40 composiciones sobre la vida y los personajes de aquel mundo feudal español. 
El célebre  humanista e impresor italiano Aldus Pius Manutius tuvo a su cargo la edición de esta obra que fue requisada y destruida por una orden real, por las referencias de muchos personajes públicos de la época. Este hallazgo dio con 4 de las 40 composiciones, tratándose de manuscritos originales, presumiblemente de puño y letra del autor.



Teobaldo Fi Lipo Monnucci
(1480-1541)

Aldux del reino de Filipo y Morales (1480-1541)  su verdadero nombre era Teobaldo Fi Lipo Monnucci, que castellanizó su nombre a Aldus Filipo y Morales a raíz del reparto del reino de Nápoles  (Tratado de Granada) realizado  entre el Rey español  Fernando el católico y Luis XII de Francia.



Aunque difusa, esta es la única imagen que se
conserva
de  Teobaldo Fi Lipo Monnucci
 Teobaldo Fi Lipo Monnucci, predicador y cronista, por entonces con 20 años, fue uno de los rebeldes que enfrentó ese reparto, pero la aprobación dada por el  Papa Alejandro VI, y la posterior persecución de los rebeldes, lo hizo abandonar Nápoles, y   cambiarse el nombre para no ser detenido.

Hijo de una ilustre familia, tuvo una vida azarosa: predicador, cronista, cobrador de impuestos, inquisidor, Obispo. Emigró a España buscando comenzar una nueva vida, huyendo de las continuas persecuciones de las que era objeto por algunas de sus composiciones.  De los escritores del Siglo XVI, pocos fueron tan leídos y tan gustados, dentro y fuera de Nápoles, cuya obra “Ascenso y caída de  Gustav el terco”, dedicada a un antiguo señor feudal caído en desgracia, alcanzó una rápida popularidad. Aún hoy son repetidas algunas estrofas de esta composición cuando se quiere ejemplificar sobre la soberbia: “Solo y solo como Gustav el altivo/solo y solo sin hermanos y sin amigo”.
Fue un escritor difícil, pero talentoso. Quiso enseñar y distraer, y para conseguir esto último no titubeó en emplear toda clase de engaños y supercherías. Su prosa, a veces intrincada y llena de antítesis y retruécanos, encierra el germen del culteranismo y conceptismo, y es, en algunos fragmentos, de gran valor estético. Careció sin embargo de moderación y freno. Sobresalen las páginas donde predominan el tono ampuloso y convincente del discurso. Autor sin mayores escrúpulos, mezcla lo falso con lo verdadero. Sin embargo según Menéndez y Pelayo es un escritor de primer orden, “uno de los grandes prosistas anteriores a Cervantes”

Debido a ese carácter impetuoso y a sus textos desafiantes, hubo de emigrar a España donde castellanizó su nombre  por Aldus. Posteriormente y de acuerdo a la costumbre de la época, lo germanizó firmándose alternativamente Aldus de Filipo, o Aldux del reino de Filipo y Morales.
Cultivó el género didáctico, y en especial, los temas vinculados con la política y la educación de los príncipes y de los gobernantes.

Ya en España su figura cobró notoriedad por su carácter jovial, haciéndolo popular entre el vulgo y también en la corte. Algunos de sus versos cristianos y moralizantes lo hicieron conocido en las clases pudientes que se disputaban su amistad, convirtiéndose, gracias al favor real, primero en recaudador de impuestos y posteriormente en  comisario de la inquisición, volviéndose experto en convertir al cristianismo a moriscos y judíos (especialmente doncellas y damas jóvenes).  Como cronista realizó varios viajes, inclusive a América. En una de las expediciones fue a la búsqueda del  derrotero seguido por Sebastián Caboto a quien contactó en 1527 en un riacho perdido del sur del nuevo continente.
Su relato sobre este viaje constituye la primera crónica sobre la presencia española en el sur del nuevo continente, y es aún recordada una de sus sentencias que hacen mención a cierto expedicionario  labrando la tierra y sembrando trigo en tan ingratas latitudes.

En 1529 -ya en Guadix- ocupó varios cargos reales, iniciándose en la vida religiosa. En 1537, con 57 años cumplidos logró ser nombrado Obispo de Mondoñero, muriendo en Valladolid en 1541, al parecer a raíz de una ingesta excesiva de  una nueva fruta traída por los expedicionarios del África. El Citrullus lanatuso, o  Citrullus vulgaris (actualmente conocida como sandía) acompañada con abundante vino, que un discípulo le había traído de su Nápoles natal. De allí que surge también la conocida sentencia, las que fueran sus últimas palabras: vînum masos Citrullus, non.
La vera historia de por qué el señor feudal dejará la comarca en el estado en que se encuentra



Ángel Juárez Masares



Nuestro periplo por el medioevo, pero sobre todo la curiosidad, hizo que preguntáramos a algunos campesinos acerca de la ubicación de la pequeña comarca cuyos relatos habíamos conocido a través de antiguas escrituras.
Nos referimos a los dominios del Señor feudal que reinaba sobre su pueblo desde un coqueto y antiguo Palacio.
Sencillo resultó encontrarla, puesto que era la única donde los siervos del Señor (cual masculinos émulos de Penélope) remodelaban constantemente la plaza de la aldea. Una vez terminados estos trabajos, los obreros se dedicaban a reponer las losas de un lugar que habían dado en llamar: Pea Tonal (PEA por Piedras En Arreglo, y Tonal, porque todos los veranos allí se juntaban juglares llegados de otras tierras a cantar y tañer sus laúdes). Según algunos aldeanos muy observadores, esta tarea de nunca acabar servía de castigo a los siervos que eran descubiertos “haciendo sebo”, que en la jerga local significaba “no hacer nada”, y que en realidad era el estado permanente de los Caballeros y Nobles.
Muchas son las historias que recogimos, pero ninguna tan sorprendente como la de los personajes que rodeaban al Señor, que eran tan…pero tan inútiles que jamás pudieron cumplir a cabalidad ninguna encomienda que se le solicitara.
Cuentan que uno de ellos comenzó como estercolero en las caballerizas, pero jamás pudo ascender a paje porque no fue capaz de ensillar un asno en forma correcta.
Otro no pudo trabajar en el scriptorium porque no aprendió a diluír la tinta ni a sacarle punta a las plumas de ganso, y otro que fue designado para vigilar la Sala de los Cuadros, terminó tirando a la basura la paleta del insigne pintor Peterblan Esviale ¡porque estaba sucia!
Por supuesto que la Junta de Notables de la mayoría de las cosas no se enteraba, y cuando lo hacía no pasaba nada porque tampoco eran lo que se dice, Caballeros brillantes no mucho menos. Baste la descripción de uno de ellos para conocer el resto. Se trataba de un jovenzuelo regordete que tenía veleidades de bufón, y andaba día y noche con un chambergo con el ala hacia la nuca. Este personajillo solía mendigar pequeños objetos que luego obsequiaba a los niños de la aldea, aunque aseguran que nada le importaban, y sólo lo hacía para que el vulgo dijera: ¡Oh!...que gran y hermoso corazón tenéis! (algunos cientos de años mas tarde esto pasaría a ser: demagogia barata).
Pero como venía ocurriendo desde la lejana Roma, el pueblo tenía siempre mucho circo. Tanto que no le dejaba tiempo para pensar que no tenía pan.




Moraleja:
               No culpéis de vuestras desdichas al amo, porque su ojo engordará siempre a su caballo. Buscad las razones de vuestra hambre en tu propia resignación a ser lacayo.


POETAS DEL MEDIOEVO
En Biblioteca HUM BRAL podrá encontrar una selección de poemas del medioevo, que le darán un panorama interesante de la creación literaria en ese período.

MUSICA EN LA EDAD MEDIA

España produce un arte musical propio cuyo ejemplo es la obra las Cantigas de Santa María de Alfonso X el Sabio: una colección de 417 melodías de muy diversos tipos: tonadas de los trovadores provenzales, viejos romances españoles y cantos de influencia árabe y judía. La primera cantiga es un prólogo en el que teoriza sobre la actividad de trovar. En la corte de Alfonso X el Sabio, en España destacó María Perez conocida como la Balteira, cantante y compositora, que acompañó a cantantes y juglares, y se creó una reputación de mujer irresistible, descarada y jugadora, aunque finalmente dio un giro a su vida y decidió dedicarse a la beneficencia.
En cuanto a los instrumentos musicales, destacaron el arpa, la viola, el cuerno, la zanfoña, el salterio, los címbalos, la gaita, el tamboril o el órgano portativo. Este último es el instrumento que toca la joven medieval de la imagen.  Los aportados por los musulmanes sustituyeron en la Península y, por tanto, en Europa a la exigua variedad y primitivismo de los previamente existentes. Entre los principales pueden citarse a la cítara, el dulcémele, la guitarra, el laúd, el pandero, timbal... De estos se derivarían otros que serían fundamentales en la evolución de la música europea, como el clavicordio y el piano, que tuvieron como antecesor al “santur” o dulcémele. Dentro de los instrumentos de cuerda frotada, el más importante de ellos fue el rabel andalusí. Se le considera como el predecesor del violín, violonchelo y todos los demás instrumentos orientales del mismo tipo. Su sonido, bajo y zumbante, se utilizaba tradicionalmente para acompañar la voz.

Respecto a los músicos del Al-Andalus (711-1492) destaca el año 822 en el que se produjo la subida al trono de Abderramán II, emir protector de las artes y el primero de Al-Andalus en fundar un conservatorio musical. En su corte tuvo un músico de origen persa, gran tañedor del laúd: Abu al Hassan Alí Ibn Nafeh (789-857), apodado Ziryab, “el pájaro negro cantor”. Ziryab destacó como auténtico mecenas en su corte, siendo considerado como el fundador de la escuela musical andalusí. Respecto a las mujeres, a muy pocas, y casi siempre esclavas, se les permitía el acceso a la cultura. Algunas de ellas eran poetisas, cantoras y músicas. En la imagen podemos ver una de las pinturas (del la 1ª mitad del s. XIV) murales del Partal, en la Alhambra: escena de grupo de mujeres que celebran una fiesta sentadas en el suelo con instrumentos. 
"Aquél que no se conmueve con la dulzura de la música,es ciego de corazón y entendimiento. [...]Aquél que reprocha la música,está envuelto en la ignorancia que no le deja ver".
Abd Al-Yabar al-Fayiyi


Trovadores y goliardos

Junto con los monasterios y abadías, que eran los principales centros conservadores y creadores de cultura, vive el pueblo, que forzosamente ha de crear su propio lenguaje musical para expresar sus deseos y aspiraciones cotidianas y no solamente los relativos a la religión. Aunque esta música siempre existió, comienza a escribirse y, por tanto, a ser conocida, en el s IV.

La llegada de los trovadores estimulaba la imaginación de las gentes ávidas de acción y fantasía. Sus creaciones tenían como base una melodía articulada a un poema, al cual el trovador añadía un simple y primario acompañamiento instrumental : generalmente instrumentos de cuerda como la viella (violín medieval) o el laúd.

El arte trovadoresco fue ejercido por hombres y mujeres que procedían de los más diversos estratos de la sociedad (desde reyes hasta desconocidos). A las mujeres trovadoras se las llamó trobairitz

Guillermo ix, duque de Aquitania (1071-1127) es el más antiguo trovador conocido, aunque posiblemente tuvo antecesores. En la imagen superior podemos ver a su nieta, Leonor de Aquitania(1122- 1204), reina de Francia e Inglaterra, demostró un gran talento musical desde su infancia y fue trovadora y mecenas de trovadores. Pero sus trabajos musicales y poéticos, como el de otras mujeres trovadoras no le sobrevivieron.
Leonor de Aquitania, es uno de los personajes femeninos más interesante de todas las épocas. Su lucha contra la imposición masculina y su capacidad de independencia la muestran aún, hoy en día, como un sólido referente de los derechos femeninos ante la sociedad machista.


Otras trobairitz que destacó fue la Condesa Beatriz de Día (1180/1212). No se conoce mucho acerca de esta trovadora. Se sabe que era una dama hermosa de la nobleza, que se convirtió en la esposa de Guilhem de Poitiers, pero que se había enamorado del Trovador Raimbaut d'Aurenga, al que le dedicó algunas trovas. Su canción "A chantar m'er de so qu'eu no volria", es la única pieza trovadoresca de autoría femenina cuya música sobrevive intacta.

Breve historia de espadas y laúdes

(Y de cómo y por qué ambos instrumentos son compatibles con el hombre)

                                                                     
  Ángel Juárez Masares


Nuestras andanzas por el medioevo nos llevaron a un pueblo donde vivía un fabricante de espadas reconocido en muchas leguas a la redonda por la calidad de su trabajo.
El hombre –pequeño y casi anciano- observaba con detenimiento los cambios de color de la hoja de metal que tenía sobre de la fragua, mientras un muchacho escuálido avivaba el carbón mediante un fuelle cuyo pico de madera estaba ya carbonizado.
Sobre una gran mesa de trabajo, tiras de metal de diferentes tamaños mezcladas con herramientas de crear, esperaban la continuación del proceso que las convertiría en herramientas de matar.
El herrero apenas respondió a nuestro saludo. La mirada en la hoja, ahora tornasol, parecía escudriñar las moléculas que seguramente danzaban en el alma de la espada. Las vería fundirse unas con otras y luego separarse, convertirse en átomos que luego su maza aplastaría inmisericorde en busca del más duro y mejor filo.
Un gesto apenas perceptible bastó para que el mozo dejara en paz el fuelle. El hombre tomó un par de tenazas y midió el tiempo. No dio vuelta un reloj de arena, lo midió dentro suyo. Quizá contó los latidos de su corazón, o la pauta la obtuvo de esa gota de transpiración que había nacido en lo alto de su frente y resbalaba hasta la punta de su nariz. Si, eso debió ser, porque en el momento preciso que la gota cayó al piso de tierra él quitó la hoja de la fragua y la sumergió en un tonel que tenía junto. La lámina púrpura siseó un lamento de serpiente mientras el anciano la hundía en el líquido aceitoso del barril, y con un último estertor desapareció de la superficie.
Más tarde volvería a la fragua -y ya templada- nacería entre el yunque y el martillo. Dolorosamente a golpes se convertiría en espada, para -una vez concebida- hender el aire libremente antes de cortar una cabeza. Sin remordimientos, porque para eso fue creada.
Nos fuimos sin hablar. Habíamos visto todo.
Casi al extremo del poblado encontramos el taller del fabricante de laúdes.
Era este un hombre tan inmenso y fuerte que difícil fue comprender cómo esas manos no destrozaban la madera que tallaban.
Sobre una pequeña mesa de trabajo, tiras vegetales de diferentes tamaños mezcladas con herramientas de cortar, esperaban la continuación del proceso que las convertiría en herramientas de cantar.
Locuaz y con una sonrisa permanente, parecía trabajar sin prestar demasiada atención a lo que hacía. Seguro que eran sus manos gigantes, impregnadas con una delicadeza de palomas las que elaboraban por sí solas los instrumentos que –algunos de ellos ya encordados- colgaban del techo a poca distancia de su cabeza vestida con abundante cabello rojizo. Imaginamos que este hijo de Odín jamás se ponía de pié, que no dormía, que estaba libre de ataduras terrenales. Sólo construía instrumentos, labraba filigranas en la fina madera de las tapas, encolaba, ajustaba, teñía con taninos exquisitos, y una vez ensamblados sus laúdes esperaba la noche para -mediante un secreto sortilegio- meter en su interior las notas básicas. Extraer luego de allí las infinitas combinaciones sería tarea del ejecutante.
Las manos-palomas del gigante habrían cumplido entonces su cometido, y el instrumento haría bailar a los hombres en las fiestas; llorar a las viejas ante el crematorio, cantar a los borrachos en las tabernas, o enamorar a la doncella, allá a los fondos del jardín.


Nos fuimos sin hablar. Habíamos visto todo. La espada destinada a perdurar por siglos sólo cambiaría de forma, pero continuaría cumpliendo con la misión para la cual había sido creada por el hombre: matar a otros hombres.
El laúd se haría más grande, mutando en busca de otros sonidos, adaptándose a otras culturas, pero siempre fiel a su destino: sonar al compás del alma humana.